En la vida, para ser feliz, tan solo hace falta una ilusión. Pero la ilusión es algo tan fácil como difícil de encontrar. No de atrapar, de encontrar. Su propio nombre nos lo indica. Una ilusión es tanto la emoción que se despierta cuando esperanzas conseguir un objetivo con especial entusiasmo, como el espejismo que se desvanece justo cuando estamos apunto de tocar. Aunque, quizás, ese sea su principal atractivo y, por tanto, la razón por la que sonreír, o no. Aunque, quién sabe, quizás no.
Quizás solo el camino nos mantenga vivos, y la ansiada meta no sea más que un simple final. Porque no existen los finales bonitos. Porque los finales bonitas son los que nunca acaban. Los que no tienen fin. Quizás por esto no debemos dejar nunca de caminar, sea el camino que sea. Y quizás por esto, si se acaba el camino, solo quede improvisar.
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