Todas las personas que centramos nuestra vida en la publicidad estamos profundamente obsesionadas por el mundo de las ideas. Y si no son todas, al menos, las que de verdad amamos esta profesión y la llevamos más allá de considerarla un simple trabajo, hasta el punto de considerarla un modo de vida.
Para nosotros ese momento de combustión espontánea que prende nuestra cabeza como si de una cerilla se tratara, es comparable al preludio de un buen beso, al estribillo de tu canción favorita o a quedarse dormido después de hacer el amor. Cuando una idea explota en la cabeza y se transmite por el sistema nervioso al resto de nuestro cuerpo, cuando nuestros ojos buscan un bolígrafo como si les fuera la vida en ello, y nuestras manos van más rápido de lo que nuestra mente podría procesar. Entonces damos sentido a nuestra existencia y nos sentimos libres de crear lo que nos venga en gana, o lo que nos venga a la mente, eso es lo de menos. Entonces y solo entonces, es cuando podremos sentirnos libres, libres de verdad.
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